19 jun 2010

Instinto de supervivencia

Posted on 17:51 by Eleniux

Que delicia poder estar gozando de un tiempo de relajación frente al mar, sintiendo la brisa y los rayos del sol, escuchando el oleaje y pensando en todo y en nada a la vez. Que mejor si además del mar, el sol y la arena, nos toca en suerte ver jugar a los cangrejos en la playa, una línea de peces de colores a la orilla del mar, o con un tanto más de fortuna, alguna tortuga a punto de dejar su legado. A quién no le gustaría disfrutar de la maravilla de ver un delfín asomando la cabeza tan cerca como para poder apreciar su tierna mirada desde la comodidad de un camastro, ¿o bien un tiburón o una orca? ¿quién se apunta? Pues basta con asistir a las costas del estado de Florida. Suena como una maravilla, un sueño hecho realidad. Pero ¿es realmente eso, es normal que esto suceda?

Hablaré de los delfines, por poner un ejemplo; bellos, inteligentes y elegantes animales costeros y oceánicos que poseen una alta capacidad de adaptación, pues pueden vivir en aguas tropicales o templadas. En el caso de los oceánicos, se encuentran poco amenazados por factores naturales, pues los depredadores no humanos se reducen a escasas especies de tiburones que solamente afectan a los delfines mas pequeños.

Por otro lado, los delfines costeros y de río se encuentran fuertemente amenazados por la actividad humana, principalmente por la caza, al ser aprovechada su piel en países como Turquía y Japón, o bien, enredados por accidente en redes de pesca de altura, en donde mueren millones de ellos. Aun así, la mayor amenaza para estos animales es la contaminación y los cambios climáticos.

Debido a la distancia que separa al ser humano de los delfines oceánicos, no se tiene conocimiento exacto de su población mundial y a la fecha, parecen ni siquiera ser vulnerables a una situación de extinción, pero ¿cuánto tiempo durará esta situación?

Entre muchas de las características que convierten a los delfines en animales de admiración por su inteligencia, está la ecolocación ó ecolocalización. Esta palabreja no se refiere a “ecológico”, sino a un sistema de emisión y recepción de ondas de sonido. La mayoría de la población mundial ha escuchado alguna vez el sonido característico emitido por estos animales, que si bien no proviene de cuerdas vocales como en el caso de otras especies, sí se origina en la laringe y en las fosas nasales. Estas ondas de sonido viajan a través de dos fluidos: agua y aire, para rebotar en sólidos (el agua es un mejor medio para este propósito). Las ondas de sonido que resultan del rebote, que ya no son iguales a las del sonido original, no son otra cosa que el famoso eco. La anatomía de los delfines cuenta con una serie de sensores en el área de la cabeza (oídos, parte baja de la mandíbula y lóbulos alrededor de los ojos) que les ayudan a recibir los ecos para posteriormente analizarlos de acuerdo a diferencia de frecuencia e intensidad. Es debido a este complicado sistema que los delfines son capaces de detectar tamaño, forma, velocidad, distancia, dirección, e incluso un poco de la estructura interna de los objetos en el agua. Esta capacidad es de suma importancia en actividades como interacción social, localización de presas, orientación en relación a su hábitat y detección de posibles amenazas.

Pero qué sucede cuando, a pesar de detectar una amenaza, no hay forma de evadirla; cuando los dos caminos disponibles llevan a un riesgo inevitable y la única opción que se tiene es elegir que riesgo se quiere tomar; cuando la ecolocación, la sabiduría y el instinto se ven limitados por agentes invasores, dañinos, sorpresivos, agresores e incomprensibles. La respuesta se encuentra en un intento de adaptación a un cambio tempestivo, optando por tomar el riesgo menor. Es justo eso lo que sucede el día de hoy a delfines y otras especies en el Golfo de México.

Desde el pasado 30 de abril, nos encontramos ante el peor desastre natural a nivel mundial, luego de la explosión de la plataforma petrolera Deepwater Horizon de British Petroleum al realizar operaciones de exploración de mantos petroleros. Debemos coincidir en que se trata de un accidente, de un evento no planeado, sin embargo, ¿que tanto se ha hecho en materia de políticas públicas para evitar este tipo de sucesos?

No se cuenta con un plan de acción bien estructurado, vamos, ni siquiera podemos hablar de un análisis de riesgo que contemple la situación en la cual nos encontramos. Es inaceptable que por una serie de ineptitudes, a la fecha se estén derramando millones y millones de petróleo en una zona rica en biodiversidad e importante a nivel ecosistema, inhabilitándola de esta manera para la vida. Es imperdonable no estar preparados para detener esta catástrofe, sin ánimos de ser fatalistas ni amarillistas. No es posible que la práctica de extracción de crudo, siendo este último fuente principal de generación energética desde la revolución industrial, fuente inmensa de desarrollo económico, explotada irracionalmente durante tantas décadas, repetida innumerables veces por grandes grupos petroleros, no tenga contemplado en su operación un procedimiento adecuado para detener un “accidente” del tipo que hoy en día se encuentra sucediendo.

Son incalculables las consecuencias a corto, mediano y largo plazo que la fuga de crudo de Deepwater Horizon traerá consigo. La primera de ellas, la más inmediata, es la presencia en aguas sorprendentemente poco profundas de múltiples lisas, cangrejos, rayas, peces, aves empetroladas, delfines, orcas y tiburones en búsqueda de un lugar apto para vivir. Esta sobreexplotación, tristemente, ocasionará pronto la falta de oxígeno en el agua, la competencia constante por la alimentación, la exposición irremediable a depredadores naturales, el contacto constante con la contaminación y la actividad humana y por consiguiente, la muerte de gran mayoría de estas especies en la zona.

¿Cuál es nuestra labor? No quitar los ojos de encima, no olvidarnos lo sucedido, no permitir que se pierda la alarma y la atención hacia una problemática que nos incumbe a todos y ejercer presión para asegurarnos de que los daños sean reparados en nuestra máxima capacidad. Que los recursos resultado de las penalizaciones a BP efectivamente se dirijan a la remediación del medio, que los responsables no queden impunes ante lo sucedido; quienes tienen una mayor oportunidad, que concentren sus conocimientos y potencien sus esfuerzos en la búsqueda de soluciones tecnológicas que eviten el crecimiento incontrolable de un desastre que ya tenemos encima.

No permitamos por indiferencia o por ignorancia que la bola de nieve siga creciendo.

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