4 jun 2010

¿Quién mira a quién?

Posted on 19:57 by Eleniux

Es irónico que las comunidades indígenas estén siendo constantemente estudiadas por los pueblos “civilizados” y que además se deban destinar tantos recursos a la planeación de su must be para caer en la cuenta de que la mayor parte de esta planeación no es suficiente para evitar la marginación y el estado de rezago en el cual se encuentran, al no contemplar todo lo que implica el ámbito al que va dirigida.

¿Pero rezago en relación a qué? Es cierto que se encuentran en una desventaja, pero la desventaja radica no en la forma que han adaptado en su convivencia con el mundo, sino en el esquema que ha sido establecido por las grandes urbes para determinar el desarrollo y con ello el acceso a las oportunidades de crecimiento y adaptación.

Los pueblos indígenas son quienes mejor se adaptan a su medio, entendiendo el papel que juega cada uno de sus elementos e implementando prácticas para su aprovechamiento sustentable, solo llegando a explotarlos de manera irracional en respuesta a una sobrepoblación o estados de marginación inducidos por la presión política y social de los sistemas de gobierno actuales.

Por otro lado, de estas comunidades surgen grandes artistas, a través de los cuales ingresan millones de dólares anuales a los países latinoamericanos que no se reflejan precisamente en beneficios directos, debido a la existencia de miles de intermediarios y de “fundaciones no lucrativas y filantrópicas” que lo único que hacen es explotar un trabajo genuino en beneficio propio (nadie diga que mencioné a FONART).

Aprovecho para platicar una anécdota que me ocurrió hace un par de semanas que mi esquema de pensamiento capitalista no lograba entender hasta después de varias repeticiones por parte de la vendedora que me atendía. Resulta que andaba en el mercado Benito Juárez de Oaxaca buscando un mezcal para mi papá y cuando me acerqué a uno de los puestos, me ofrecieron las tradicionales botellas de mezcal y licores con un contenido de 750 mL; como yo andaba buscando algo mas artesanal, me llamaron la atención unos recipientes de barro pintados a mano con motivos alegóricos oaxaqueños, que incluían un paquetito de sal de gusano (guácala) y un vasito de barro, con 1 L del mismo mezcal que embotellan en los frascos de vidrio. Lo curioso radica en que mientras que la botella “comercial” tenía un precio de $120 pesos, el lindísimo recipiente artístico sólo costaba $50 pesos aun cuando contenía mas producto La múltiples veces repetida explicación de la vendedora se refería a que el recipiente de barro es elaborado por ellos mismos generándoles un costo de producción muy bajo, mientras que la botella de vidrio deben adquirirla, elevando así el costo neto del producto. Esta inocencia me causó de momento gran ternura, pero pronto se convirtió en coraje al caer en cuenta que es justo esa inocencia el punto de ataque de falsos filántropos que disfrazan su ambición económica de preocupación, cuidado y divulgación cultural.

Solo he menciono dos de los múltiples potenciales que la tradición, el sentido común y el respeto por el medio de estas comunidades conservan y defienden y que si reflexionáramos un poco, deberían ser el eje que rigiera el curso de distintos países en desarrollo que no logramos adaptarnos al esquema europeo. ¿No será que la mirada debería dirigirse hacia otro lado, hacia algo interno? 

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